No me hables de amor cuando no tienes ni puta idea de lo que es. Ni se te ocurra decirme que es perfecto, porque ni tú ni él lo sois. Y, sobre todo, no me cuentes cuánto le echas de menos porque de eso... de echar de menos... solo puedo hablar yo, que soy experta en desear su intocable piel y en extrañar mi cama cuando no está a mi lado. No te permito que me digas que hay millones más, porque como él, con sus manías e imperfecciones, solo existe uno. Y yo quiero ese puñetero uno.



(Quiero sus labios cuando están cortados por el viento y nadie más se atreve a besarlos. Quiero sus mejillas para desgastarlas a mordiscos y su piel para robarle el aroma con caricias. Quiero su habitación, él y yo, música, manta y amor. Quiero su mano junto a la mía, su cuerpo inseparable del mío y su aliento a dos centímetros de mi boca. Quiero sus buenos días, sus buenas tardes y sus buenas noches. Quiero todos sus besos para mí, que no le sobren para los demás. Quiero sus abrazos de seis segundos en mi portal y su voz diciéndole cosas bonitas a mi oído. Pero sobre todo y ante todo, le quiero a él. Del verbo querer, del tiempo ya.)

"Nadie tiene el derecho a enamorarse si no está dispuesto a romper cada uno de sus yo jamás en la vida. Y yo jamás en la vida pensé que me engañarían tanto, como para creer en que siempre podría tener un bonito significado."