-Eran las seis y media cuando encendí el ordenador y le dí a cargar novedades. Fue ahí cuando lo descubrí todo. Fue justo ahí cuando choqué con la realidad. Fue un duro golpe, debo admitirlo. Cuando todo salió a la luz, me dí cuenta de todo. Supe que me había estado engañando. No hubo miradas especiales. Tampoco sonrisas, ni insinuaciones.
Ahí caí en como empezó todo, y supe el porqué de tal final.
Lo único con lo que no me había engañado habían sido las provocaciones. Pero las provocaciones solo eran parte de un juego. De ese juego que se basaba en burlarnos y hacernos el máximo daño el uno al otro. Un juego en el pusimos las normas sobre la marcha. En el que solo jugábamos él y yo. Por ese juego, llegamos a odiarnos por momentos. Al principio sabíamos que todo era un juego, una farsa. Pero al final, todo, pasó a ser realidad. El odió fué real. Las burlas y las heridas nos habían convertido en enemigos. Dos personas. Un juego. Pasión y odio. Mucho odio. Esos fueron los ingredientes que provocaron tal final. Ya no había amistad, ni un juego que nos provocaba esa adicción el uno al otro. Solo nos unía el odio. Ahí fue cuando él se dijo ''Ella es pasado'', y yo me dije ''Ya todo a cambiado''. Entonces los dos decidimos empezar de cero, como el refrán dice: ''Si te he visto no me acuerdo''.
Y ahí fue cuando yo, la pobre liebre, tuvo que ver como su querido león se iba con aquella leona.
+Que liebre más tonta, y que león más traicionero.